Se conoce como síndrome del edificio enfermo a un conjunto de sintomatologías y enfermedades originadas o estimuladas por la contaminación del aire en los espacios cerrados, pero que también se puede ver agravado por las condiciones de estrés propias del trabajo, el uso de materiales sintéticos o la electricidad estática.
El aire acondicionado no soluciona este fenómeno si no tiene las debidas características que provean de un ambiente puro y sin contaminación. Para lo anterior se necesitaría contar con un sistema de inyección de aire externa junto con filtros purificadores de gases y de partículas, incluso con las recientes necesidades de purificación ambiental debido a virus, se necesitaría también de un filtro o sistema esterilizador.
La ventilación es clave
Según las últimas investigaciones, las características de los sistemas de ventilación en los edificios son la causa de alguno de los síntomas que padecen las personas con el síndrome del edificio enfermo. En aquellos edificios en los que las ventanas se pueden abrir y que están naturalmente ventilados, donde la presión del viento exterior hace que el aire circule, es menor la incidencia de estos síntomas.
Por el contrario, aquellos con ventanas herméticas en los que el aire que se introduce al edificio lo hace a través de un dispositivo centralizado y que luego lo distribuye por conductos que desembocan en las distintas áreas, potencian un mayor grado de recirculación de aire. Este aire, que en ocasiones circula sin renovarse una y otra vez, acumula microorganismos, se contamina con óxido depositado en las áreas de distribución, gases químicos, bacterias, humos, polvo, moho, hongos, insectos y escombros del interior de las paredes.
Pero no todos los edificios con aire acondicionado tienen problemas. El fracaso en estos ejemplos está motivado por un sistema que no ha sido adecuadamente instalado, por un modelo que fue alterado para adecuarse al diseño del edificio, por cambios producidos al ocuparlo donde a veces las entradas y salidas de aire se cubren con techos falsos, por la distribución de mayor cantidad de personas en sitios no adecuados, o por la ubicación del mobiliario en zonas donde no debería estar según la ergonomía de diseño.